Creo que todos, en algún momento de nuestra vida nos llegamos a preguntar si somos felices. Si eres como aquellas personas que nos gusta complicarnos un poco la vida, filosofando o reflexionando al respecto, tratamos de encontrar la mejor respuesta para esta pregunta que de rigor hemos de hacernos o alguien en su momento nos hará, ¿eres feliz? Quizá muchos responderán que entre tengan cubiertas sus necesidades primarias como el comer, vestir, trabajar, tener una familia, etc... pues se sentirán felices, otros quizá, podrán contestar que si están junto a la persona que más aman pues entonces son felices. A lo largo de mi vida he aprendido que la felicidad es muy relativa, lo que a uno los hace felices a otros no, eso es un hecho, lo que sí quiero compartir a través de esta nueva historia de vida, es que de algo sí estoy convencida, y eso lo aprendí en Dr. Arroyo, Nuevo León; y es que la felicidad no podemos sustentarla en el hecho de poseer o no poseer cosas materiales. Tristemente, conozco muchas personas que sólo se sienten felices entre más cosas materiales poseen. Incluso, hace poco alguien que nació en Europa, con otra mentalidad y cultura, eso me queda claro, me decía que personas con discapacidad no pueden ser felices. Créanme que entré en una discusión interminable porque yo le decía que he conocido a tantas personas con capacidades diferentes que puedo asegurar, viven más felices que nosotros, en fin, quizá ese es tema para otra ocasión.
El sur de Nuevo León es una de las zonas más desprotegidas de nuestro Estado, 5 de cada 10 niños padecen desnutrición. Es increíble leer estas cifras cuando se supone que nuestro Estado es de lo más pujantes y emprendedores, pero tristemente es una realidad. Así que la institución para la que trabajé, tiene un programa para llevar alimento a todas estas comunidades en total desamparo. Seis horas son las que se hacen por carretera y otras dos horas más por una brecha en una montaña, para llegar a una de las comunidades bases en donde se hace la entrega del alimento a cientos de personas que esperan ansiosas a que llegue el cargamento. Los paisajes que uno descubre en estos lugares son maravillosos, ¡la naturaleza es hermosa! Yo estuve presente en la primer entrega que se hizo, previa organización de meses atrás, un gran trabajo en conjunto con excelentes resultados. Incluso en esa ocasión nos quedamos a pernoctar todo el fin de semana. Yo iba a documentar con fotografía y video todo el trabajo realizado.
Conforme íbamos subiendo aquella hermosa montaña, una preguntaba asaltaba mi mente constantemente "¿cómo es que alguien puede vivir tan lejos? ¿cómo puede alguien ser feliz viviendo de esta manera?" . A donde llegaríamos era el destino final para nosotros ya que no había manera de seguir subiendo en un vehículo; sin embargo, existían comunidades más alejadas todavía. Lo increíble de todo esto, es que quienes vivían en esas comunidades tuvieron que bajar de ellas un día antes, caminando con sus burros de carga para poder llegar por su alimento. ¡24 horas caminando para ir por una despensa! y ¡24 horas de regreso para llegar nuevamente a sus hogares! es aquí cuando nuevamente esa pregunta retumbaba en mi cabeza "¿cómo es que pueden vivir tan lejos, pudiendo vivir en la cabecera municipal?"
Llegamos a nuestro destino y cientos de personas esperaban ansiosas su alimento. Yo estaba emocionada de ver aquellos paisajes maravillosos, pero no dejaba de cuestionarme el esfuerzo sobrehumano de todas esas personas por llegar hasta ese lugar. Después de un buen rato, me animé y empecé a conversar con varias personas que iban a ser beneficiadas. Doña Jacinta, una ancianita maravillosa era muy platicadora, su pelo completamente blanco, su piel quemada por el sol y el frío y sus pies desgastados por el polvo, me recordaba a aquellas viejecitas que uno ve en fotografías del México antiguo. Muy risueña, no dejaba de dar gracias por la ayuda que estaba recibiendo, ayudada por sus nietos subía sus cajas con alimento a un pequeño burro, muy desnutrido, pero "aguantador", como ella me dijo. Le tomé una fotografía para tenerla de archivo y antes de despedirse, no podía quedarme con las ganas de preguntarle, ¿por qué vivir tan lejos y pasar este tipo de necesidades?
Doña Jacinta, entonces me dio una lección de vida y en pocas palabras me explicó lo que significa ser feliz. "¡No señito! lejos pa'usté", me contestó. Yo le decía que quizá la vida sería más fácil para ella y su familia si se mudaban cerca de la cabecera municipal. "Irme a la ciudad, ¿pa'qué? aquí somos muy felices, al menos, yo no estoy preocupada como 'usté' pensando en que me pueden robar, mucho menos me trueno los dedos pensando si podré o no pagar la luz, el agua o el gas", ella era la que me ponía a pensar ahora en ese momento. "Al hijo de mi comadre lo mataron por robarle unos cuantos centavos", me lo decía mientras movía su cabeza de un lado a otro. "Aquí yo soy muy feliz, no le debo nada a nadie, y esta vida no la cambio por nada". Terminó de cargar su burro con todo el alimento, nuevamente dio las gracias, nos dio su bendición y emprendió su camino de 24 horas para llegar a su hogar en el que reinaba felicidad.
Doña Jacinta me acababa de enseñar que todo en esta vida es tan relativo. Incluso la felicidad misma. Yo preocupada por su situación pensando que podían vivir muy infelices, cuando ella era quien estaba preocupada por mi situación, en la ciudad, con comodidades, pensando que así no se puede vivir feliz. A partir de entonces, entendí perfectamente, que uno no puede asentar su felicidad en lo material, que pudiera darnos de momento sólo comodidad y bienestar; la verdadera felicidad dista mucho de esto. Es triste ver personas que no pueden alcanzar una plenitud, porque no tienen la casa que desean, o el carro que soñaban. Yo conocí a una Doña Jacinta, plena, viviendo en una casa de adobe y teniendo como transporte un pequeño burrito.
Si Dios te dio la oportunidad de poder estudiar, tener un trabajo, vivir con dignidad, agradécelo infinitamente, pero la vida feliz que buscamos no radica en tener todo eso. Doña Jacinta me enseñó, que para vivir feliz, basta con vivir. Hay una frase que me fascina de Mahatma Gandhi y habla sobre la paz, pero ahora la voy a cambiar un poco y la aplicaré a la felicidad: "La felicidad es el camino, no una simple meta". ¡Que tengas un excelente y feliz día!