jueves, 2 de diciembre de 2010

EL MAÑANA ... NO EXISTE

Ahora que está muy pronto la fecha en que celebramos la Navidad, vienen a mi mente diversas historias de vida que me hacen pensar en el valor que damos a este tiempo, dejando a un lado el sentido mismo por el que debiéramos estar llenos de alegría, el nacimiento de Dios. 

Los regalos, sin duda, son la muestra palpable de la felicidad que nos inunda y la forma en que queremos decirle a los nuestros cuánto los amamos. Damos un valor desmedido, en muchas ocasiones, a los regalos que daremos a nuestros seres queridos. Siempre he pensado que no es malo, siempre y cuando no sea el dinero, la vanidad, la superficialidad, lo que nos mueva a hacerlo y más cuando se cuente con los recursos necesarios para ello; sin embargo, algo en lo que sí nunca he estado en total acuerdo es que demos amor en fechas específicas. Creo que eso debemos demostrarlo diariamente. No esperar a que la mercadotecnia, los especiales, las ofertas, nos muevan a hacer compras desmedidas para demostrar nuestro cariño a quienes amamos. Y bueno, esto trato de ponerlo en práctica,  desde que Luisito me dio una lección de vida que no he olvidado a la fecha.

Luisito, tenía escasos 11 años de edad cuando lo conocí. Fue en circunstancias muy difíciles para él y para mí, ya que era la primera vez que yo pisaba un hospital en donde se atendían exclusivamente a niños con enfermedades graves, y él realmente la estaba pasando muy mal. Le habían extirpado casi la totalidad de su intestino grueso, ¿por qué? por una negligencia médica. Al menos, eso me externó su familia, en una cirugía anterior le acomodaron mal su intestino, se gangrenó y tuvieron que extirpar lo que ya no funcionaba. Su cuerpecito estaba completamente desgastado, frágil, delgado, prácticamente su piel cubría sus huesitos. Yo nunca había estado en un lugar tan desolador, sólo había camas llenas de niños sufriendo, llorando, otros dormiditos. Era muy difícil estar allí. Teníamos que hacer la entrevista en el hospital para el programa de televisión, ya que su pronóstico era reservado y los médicos no sabían cuánto tiempo iba a estar hospitalizado, pero la ayuda que teníamos que solicitar era inmediata, por esa razón tuvimos que invadir por instantes esa intimidad en la que la familia vivía con mucha angustia aquellas horas vitales para que Luisito respondiera al tratamiento.

Con un nudo en la garganta y sin demostrar mi angustia, me limité a platicar con Luisito a decirle que era valiente, que pronto estaría bien y que lo esperábamos fuera de esa cama para que regresara a la escuela. "¿Cuál es tu mayor ilusión Luisito?", fue una de las preguntas que hice para la entrevista. "Salir de aquí, irme a mi casa y jugar futbol con mis primos y amigos, porque quiero ser jugador", apenas pudo expresar con una voz debilitada, al igual que su cuerpecito. El hospital nos dio poco tiempo para grabar, así que terminamos la entrevista, le di su bendición y salimos de allí. Yo creo infinitamente en los milagros, en mi vida, he experimentado grandes milagros y estaba segura que Luisito saldría de allí. 

En mi mente se quedó grabada aquella respuesta, "jugar futbol", sabía que su recuperación iba a ser lenta y que el volver a correr en el campo detrás de un balón iba a tardar un buen rato, así que decidí que mientras eso sucedía, yo le podía regalar un juego electrónico de futbol. En aquel tiempo no existía el famoso DS Nintendo, ni esas cosas, pero sí unos juegos electrónicos similares. Era el mes de octubre, creo, y no faltaba mucho para Navidad, así que me hice a la idea que sería un buen regalo de Navidad para Luisito. 

Dejé que el tiempo pasara para comprar ese regalo, al cabo venía un buen pretexto para hácerselo llegar, ¡la Navidad!, qué mejor época para recibir un regalo como ese y demostrarle el cariño que despertó en mí. Aquí es donde entendí que el mañana no existe... ¿con qué seguridad afirmaba yo que tenemos el tiempo comprado? Antes de que yo pudiera comprar ese juguete, me avisaron que Luisito había fallecido, su cuerpecito frágil no pudo soportar aquella cirugía y Dios decidió que su sufrimiento era suficiente.

Durante días cargué con una culpa que era difícil de llevar. Una y mil veces me cuestioné ¿por qué no lo hice en el momento? ¿por qué esperar tanto tiempo? Sé que Luisito estaba rodeado de mucho amor y así se fue: amado, querido, feliz; pero en el fondo, me quedé por mucho tiempo con esa sensación de no haberle cumplido su sueño de volver a jugar futbol. Tardé tiempo en perdonarme.

Bien dice el dicho "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Que todos los días del año, sean tiempo de dar y compartir. Hay tantos niños que no esperan recibir un solo regalo en Navidad. Este es un buen momento para que experimentes la hermosa sensación de dar y, sobre todo, enseñar a tus hijos también a ser generosos, es la mejor herencia que puedes dejarles. No esperes a tener dinero para comprar cosas, los juguetes que tus hijos ya no utilicen y estén en buenas condiciones puedes donarlos o llevarlos tú mismo junto a tu familia a lugares donde niños felices los recibirán  y ¿por qué no? sin darte cuenta quizá ayudes a cumplir uno de sus sueños, como el de Luisito, ser el mejor jugador de futbol del mundo.