miércoles, 13 de julio de 2011

AGÁRRALES LOS PIES

Hace un buen tiempo que no me reencontraba con la escritura, han pasado muchas cosas en mi vida y necesitaba encontrar una historia que en este momento, al recordarla, me hiciera vivir plenamente y de la misma forma en que lo hace la personita que me inspiró y, que al igual que para mí, también fuera inspiración para muchos de ustedes.

Independientemente de la religión que profesemos, esta historia de vida nos muestra el significado de fe en toda su extensión. Su nombre, Verónica. Y no, no soy yo, sino un angelito que conocí y que es vecina de mi Tía Rosa. 

Especial es porque nació con Síndrome Down, pero lo que la hace aún más especial es su determinación, la forma en que disfruta hacer lo que más le gusta, que es nadar, y su fe. Hace un buen tiempo que no sé de ella, pero siempre la recuerdo cuando mi ánimo está tambaleante o creo sentirme muy lejos de estar disfrutando lo que hago actualmente. Vero, es una niña down increíble, con un sentido del humor inigualable y una determinación apabullante. Solía visitar muy seguido la casa de mi tía. Estando yo allí, me tocó conocerla y darme cuenta de lo maravillosa que es. Gracias a que tiene una mamá que siempre la apoyó, Vero llegó a convertirse en una atleta completa, la natación se convirtió para ella en su motivación, su más grande reto y, sobre todo, en la más grande de las satisfacciones. 

Cada vez que tenía oportunidad nos presumía orgullosa una medalla más que ganaba representando a Nuevo León, creo aventurarme en decir esto, pero no sé si incluso participó en alguna Olimpiada Paralímpica. Llegaba contenta enseñándonos su gran hazaña y prometía ganar muchas más en la siguiente competencia. Claro está, siempre la felicitábamos y compartíamos con ella tan grande alegría.

Un día de esos, en que llegó a decirnos que había ganado nuevamente una medalla, mi tía no dudó un instante en preguntarle cómo es que le hacía para ganar siempre y ser tan grande atleta. Vero se quedó pensando unos segundos y de inmediato nos dio la respuesta más coherente que he escuchado en mi vida. Con voz fuerte dijo sin titubear, "¡muy fácil! simplemente me tiro a la alberca y cada vez que voy nadando rezo, Padre Nuestro... Ave María... agárrales los pies, Padre Nuestro... Ave María... agárrales los pies, y así es como gano". De inmediato se dejó escuchar nuestra carcajada a tan inocente respuesta; sin embargo, todos coincidimos en algo en ese momento, Vero nos acababa de dar una gran lección de fe.

Siempre me he considerado una persona que trata de profesar su religión y ponerla en práctica; sin embargo, en momentos difíciles de la vida, muchas veces, olvido que la oración es lo que más nos acerca a Dios, nos reconforta y nos anima a seguir; ¡vaya! para Él es su debilidad, mientras que para nosotros se convierte en nuestra fortaleza.  

Así de fácil, Vero nos enseñó que todo cuanto hagamos lo pongamos en manos de Dios, nosotros hagamos nuestro esfuerzo, pero el resto se lo dejemos a Él. Y es lo que trato de hacer día con día y a lo que te invitaría hicieras cada vez que sientas que tus fuerzas no son suficientes. Recuerda las palabras de Vero... "Padre Nuestro... Ave María... agárrales los pies" y de inmediato sentirás cómo avanzas, dejando atrás todo obstáculo que te impida obtener lo que deseas.

Dios nos bendice.