lunes, 14 de marzo de 2011

MI AMIGO PEDRO

¿Te has preguntado alguna vez por qué existen ciertas personas que pasan por tu vida  sólo por instantes?

Quienes me conocen saben que me cuesta socializar de inicio cuando conozco a alguien, pudiera parecer ilógico y más cuando elegí estudiar una carrera como Comunicación, todavía más aún, cuando durante trece años estuve conduciendo un programa de televisión, pero en verdad, me cuesta mucho trabajo entablar una conversación de inmediato con alguien a quien acabo de conocer. De hecho, me gustaría ser mucho más extrovertida, es uno de los propósitos que me hago año con año. Sin embargo, cuando me desenvuelvo en un grupo de amigos y me siento en total confianza, dejo salir cada una de mis capacidades de socialización, dejo salir como dirían mis amigos, "mi otro yo"; creo que alguien me dijo en alguna ocasión que debería hacer comedia, ¡sólo imagínense hasta dónde llego! Ahora bien, siendo así y en un país como en el que ahora vivo, en donde conoces personas de todas partes del mundo  me cuesta aún mucho más. La clase de inglés es para mí la oportunidad de poner en práctica eso que tanto deseo, ser alguien mucho más sociable y qué mejor que en otro idioma.

No resulta tan difícil con personas que hablan tu mismo lenguaje, dominicanos, boricuas, ecuatorianos, peruanos, mexicanos, son las primeras personas que uno busca por instinto para sentirse acogido en un lugar tan lejano. Es así somo conocí a Pedro, mi historia de vida de este día. Mexicano al igual que yo.  El primer día que lo conocí, me pareció un muchacho sumamente inteligente. Ya llevaba en este país muchos años, viviendo en diferentes estados, hasta que llegó aquí a Pennsylvania y hablaba muy bien el inglés, de hecho no entendía qué estaba haciendo en la clase si se desenvolvía perfectamente, aunque después lo explicó, aprendió a hablarlo en las calles, pero no a escribirlo y por eso estaba estudiando. Desde ese momento atrapó mi atención, me pareció que definitivamente era una persona con muchos deseos de superación, ya que la mayoría de los latinos que llegan a este país como indocumentados muchas veces con tan sólo hablarlo les resulta más que suficiente, incluso he conocido personas que llevan muchos años y aún no lo hablan. 

Pedro siempre participaba en clase, era el típico estudiante que siempre levantaba la mano, hacía sus tareas, no faltaba a clases, era de los primeros en llegar, incluso tenía un gran sentido del humor, siempre nos hacía reír con sus ocurrencias. De extracción muy humilde, me platicó que su mamá y un hermano vivían en Nueva York, que tuvieron que dejar el Edo. de  México por buscar un mejor futuro es así que tuvieron que venir a radicar a este país y él años más tarde tuvo que venir a vivir a York, Pennsylvania ya que se había terminado el trabajo para él en la ciudad de los rascacielos, así que aquí encontró la oportunidad como cocinero en un restaurante. Recuerdo muy bien un día en que estaba empezando a nevar, hacía mucho frío y terminamos nuestra clase por la mañana a las 11 en punto, salimos corriendo porque pronosticaban una nevada fuerte, hasta ese entonces (y fueron meses después de haber conocido a Pedro) me di cuenta que su vehículo de transporte era una bicicleta. Al ver que se estaba poniendo sus guantes, un gorro y una bufanda lo único que me  pregunté era cómo iba a pedalear esa bicicleta con el frío que hacía, le ofrecí llevarlo a su trabajo pero agradeciendo el gesto mío, prefirió irse él solo, "no te preocupes, con el ejercicio que voy a hacer se me va a quitar el frío", me respondió. Durante toda la temporada de invierno fue lo mismo, ir y venir en su bicicleta aminoraba su frío y le permitía ir a sus clases de inglés por la mañana y a su trabajo por las tardes del cual salía hasta la madrugada.

Yo le platicaba a mi esposo cómo admiraba a Pedro y cómo me gustaría ser como él en cuanto a tenacidad y valentía. Recuerdo muy bien que durante una de nuestras clases la maestra nos preguntó cuál sería uno de nuestros mayores sueños y él contestó visitar México y a mi familia, "desde que llegué a este país no he regresado, ya se me olvidó cómo es", recuerdo muy bien su respuesta. Semanas después, muy contento llegó diciéndonos que su sueño se iba a realizar, "¡ya tengo el dinero para ir a México! ahora sí voy a poder ver a mi familia", su rostro denotaba una alegría indescriptible. Le pregunté cómo iba a regresar ya que no tenía sus papeles en regla y me dijo que era lo de menos, que si ya lo había hecho una vez, lo podía volver a hacer, lo único que le interesaba era ver al resto de su familia, ya que su mamá y su hermano seguían en Nueva York. Ese día nos despedimos y fue la última vez que lo vi. Dos semanas después recibimos la noticia de que Pedro, había fallecido. 

No podíamos creerlo, sentí una tristeza enorme y profunda, no podía creer que alguien tan joven y a quien esperábamos entusiasmados para que nos contara cómo disfrutó a su familia que tanto amaba, jamás regresaría. Lo mataron, simple  y sencillamente, unos policías afuera de su casa lo mataron. Él estaba con sus primos tomando unas cervezas y éstos "servidores públicos" llegaron y les pidieron dinero, al negarse empezaron a golpearlos y fueron tan duros esos golpes que acabaron con su vida. Una impotencia grandísima me invadió, las maestras en la clase estaban llorando al explicarnos lo sucedido y nos pidieron que escribiéramos en una tarjeta un mensaje para la mamá de Pedro. Es aquí cuando entendí que uno nunca, nunca debe callarse todo lo bueno que puedes decirle a alguien, a pesar de tener poco tiempo de conocerlo.

Me arrepentí tanto de no habérselo dicho a él, sólo a mi marido se lo decía, pero a él nunca le dije lo mucho que lo admiraba, lo valiente que era, lo tenaz, inteligente, buen hijo, trabajador, excelente estudiante que demostraba ser en cada clase. Me faltó espacio en esa tarjeta para dirigirme a su mamá y expresarle todo lo que sentía y sobre todo, decirle que había hecho el mejor de los trabajos como madre, aunque a la fecha no tengo la dicha de conocerla.

Su paso por mi vida fue rápida pero me dejó grandes enseñanzas. Pedro me enseñó primeramente a luchar por mis sueños, la condición social definitivamente no es un impedimento para ello como tantas personas lo creen; a amar a mi familia incondicionalmente, aún el tiempo y la distancia, así como los problemas con ellos; también me enseñó a poner mi 200% en cada cosa que realizo, como lo hacía él en las clases de inglés, una vez me dijo que no quería ser del montón; pero principalmente me enseñó a no poner como pretexto ni siquiera el clima o un medio de transporte para ir a donde quisiera ir, me enseñó a ser libre y disfrutar cada instante como si fuera el último. Su primo, quien estaba en el otro salón, nos dijo que las dos semanas que estuvo en México, cuenta su familia, fueron de las más felices de su vida. Regresó a su país y se quedó en él, justo donde dijo que quería estar. Con su partida nos dejó grandes enseñanzas que espero, a ti, que ahora que has conocido a mi amigo Pedro, te ayuden a seguir superándote y viviendo el día a día con la misma alegría que él lo hacía. 

Te invito a que a partir de ahora empieces a ver sólo lo positivo en todas aquellas personas que atraviesen por tu vida, somos muy buenos para ver lo negativo de los seres humanos; nunca nos ponemos a pensar que detrás, quizá de todo eso malo que vemos, hay toda una historia que nos impide ver lo bueno de la gente, nuestra tarea, ahora, es descubrirlo; pero más allá  de sólo verlo, te invito a que se lo digas, no te lo guardes, porque quizá cuando quieras hacerlo pudiera ser ya, demasiado tarde.

Pedro, nunca te lo dije en persona... pero siempre te admiré y te admiraré por siempre. Gracias, Pedro. 






sábado, 12 de marzo de 2011

CURSO PROPEDÉUTICO

Aquí estamos de nuevo, después de un largo período de ausencia. Hay una frase que me encanta y dice: "más vale ser rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras" y por este largo tiempo preferí  ser quien eligiera qué hacer y qué no hacer con mis palabras, mis pensamientos. Este blog lo inicié con una sola idea, compartir historias de vida que cambiaron mi vida, lo que nunca imaginé es que junto con ellas escribiría la historia de vida que definitivamente me marcaría para siempre, la mía. Alguien en una ocasión me preguntó el por qué me encantaba escribir este tipo de lectura, la respuesta es simple, sentía que había vivido experiencias que Dios había puesto en mi camino que valían la pena compartir porque de ellas siempre había algo maravilloso qué aprender y si se fijan, son a partir del dolor de seres extraordinarios que pudieron sobreponerse a ello. Lo que nunca me pregunté es cómo le hacían, o en cuánto tiempo podían levantarse de nuevo y seguir caminando, el único común denominador que encontraba además de ese dolor, era que nunca, nunca a pesar de lo difícil que fuera, se soltaron de la mano de Dios. Bien, pues creo que ahora está aquí mi respuesta. Y vaya que siempre me he jactado de tener una relación cercana, sin "tapujos", sin rodeos con Dios. Siempre me responde de inmediato y ahora lo hizo de una manera que nunca pensé fuera a experimentar como tantas personas conocí en mis historias de vida, en carne propia. 

Hace 11 años y meses decidí unir mi vida al hombre más maravilloso que Dios eligió para que fuera mi esposo, no con esto quisiera decir que no tiene defectos, como todo ser humano los tiene al igual que yo, pero definitivamente cuando lo conocí, entendí que por más que yo pudiera huir a un sentimiento, estaba escrito que mi vida estaría unida a él. Han pasado un sinfín de situaciones, principalmente de salud, que no nos han permitido tener la dicha de ser papás, quizá muchos de ustedes ya lo sepan. Yo enfermé de epilepsia a los tres meses de casada, y desde entonces empezó un largo camino entre médicos, estudios, medicamentos que aún continúa. Situación que en verdad, no me agobia, ya que en términos médicos y si actualmente viviera en México ya estaría dada de alta, pero bueno esa ya es otra historia. Esa es una de las razones por las que el embarazo venía aplazándose. Hasta que meses atrás sucedió un milagro maravilloso, Dios nos envió un angelito hermoso que vino a darnos una gran noticia: "van a ser papás", en palabras que ahora puedo entender, vino a decirnos: "pueden ser papás".

Nuestro angelito nació a la vida eterna 3 meses después. Miles de palabras, frases, pensamientos, ideas han cruzado por mi mente desde entonces. Esa relación tan directa que tengo con Dios, me ha hecho entablar un diálogo fuerte, en ocasiones enojada como una hija con su padre, con  cuestionamientos enérgicos que empiezan a tener muchas respuestas ahora ¿Cómo me atrevo a hablar del dolor ajeno si yo misma no lo he experimentado de esa forma? y no es que piense de manera masoquista, pero creo que me sucedió lo mismo que cuando enfermé y presentaba historias en el programa de televisión relacionadas con la epilepsia, es decir, espero poder expresar de mejor forma lo maravilloso que es Dios, cuando a pesar del dolor que no tiene medida, de lo oscuro del camino, de la desesperanza, de la soledad que uno llega a experimentar, la FE y sólo la FE ayudan a sanar heridas que pensaste nunca sanarían, como el perder un hijo. ¿Cuánto tiempo tardaron esas personas en mis historias de vida en poder levantarse y seguir caminando? Sólo ellas lo saben, lo que sí estoy segura ahora, es que solas no pudieron haberlo hecho (siempre pensé que eran seres extraordinarios dotados de un espíritu de acero, como pensé que lo era yo ante adversidades que había vivido como lo de mi enfermedad, ¿dónde quedó la humildad que decía tener?), sino que necesitaron la mano de Dios para poder asirse a ella y seguir luchando, ¡quizá todavía estén intentando levantarse! y no nos demos cuenta.

Una gran lección de vida aprendí y creo que no puedo vivir en un eterno curso propedéutico, ¡ya es hora de graduarme! y a partir de ahora empiezo a aplicar la teoría y hacerla vida. Seguimos en el camino en ocasiones cuesta arriba, en ocasiones cuesta abajo; con ciertos cuestionamientos todavía que son válidos definitivamente, pero con la FE firme como una roca, como lo dice Dios en el Salmo 18. 


"Tú instruías a muchos otros, dabas vigor a las manos caídas; tus palabras sostenían al tembloroso, fortalecías las rodillas dobladas. Y ahora, te pasa a ti otro tanto ¡y no aguantas!; te toca a ti ¡y ya estás hundido! ¿No pusiste tu confianza en servir a Dios, y en la vida honrada tu esperanza?" Job 4,3-6. Estas palabras cimbraron mi cuerpo y mi espíritu cuando las leí. Fue la manifestación misma de Dios en mi vida en uno de los momentos en los que acababa de tener un diálogo un tanto fuerte con Él.


Sólo puedo decirte una cosa después de lo vivido y espero tú también lo apliques como yo lo hago ahora en cada paso que doy... Nunca más pidas a Dios que guíe tus pasos, si no estás dispuesto a mover tus pies por el camino que Él te indique.